7 de junio de 2011

La faturadegas

Hoy me levanté de mal humor porque soñé que me hacían una fiesta de cumpleaños sorpresa en una sociedaddefomento y cantaban los Pimpinela en vivo.

Cuando yo estoy de mal humor el mundo entero me parece una porquería descomunal y quiero que toda la gente desaparezca de la Tierra. 
Lo peor de hoy fue la angustia de tener que ir al Banco. Claramente a hacer un trámite por el que me peleé, grité, lloré y amenacé por teléfono, y que sólo podía resolver dirigiéndome alasucursalmascercanaasudomicilio
Hacer trámites para mí es una agonía sin sentido y el nicho más propicio para mis ataques de furia, pero  sinceramente no me esperaba lo de hoy. 

No sé si pasa siempre pero cuando YO voy al Banco siempre está lleno de gente y sólo dos cajas están abiertas. Hoy no fue la excepción. Había una fila eteeeeeeeeerna de gente, y no de gente apurada, concisa y concreta como yo, no de gente que hace la fila, realiza su trámite lo más rápido posible y huye despavorida de la asfixia emocional que son los Bancos; no Señores, a mi me tocó TODA la gente analógica, torpe, lenta y con tiempo libre de la Ciudad de Buenos Aires. 

Mientras están en la fila se la pasan leyendo el diario, un catálogo de taladros o paveando, y, es FIJA,cuando llegan a la caja se ponen a revolver cartera y bolsillos buscando la tarjeta de débito.
Ahí yo empiezo a quedarme sin aire, me tiemblan las manos y me aumenta el ritmo cardíaco.

Así entre furia y furia transcurrió una media hora hasta que por fin llegó mi turno. 
Un microsegundo antes de acercarme a la caja, emergió de la superficie un guardia de seguridad con cara de resignación acompañado de una señora a los gritos. Me obligaron a dejarla pasar, si era por mi, le metía la traba por colada, pero no me quedó otra que quedarme paradita en la fila esperando mi turno. 
La matrona en cuestión arrancó su perorata intentando relatarle a la pobre cajera su problema con lafaturadegas. Sí Señores, faturadegas decía la señora, FATURA por supuesto, para qué hablar bien, si total es lo mismo, y a mi empezó a bajarme la presión. 
La cajera intentó explicarle que este inconveniente se solucionaba por cajero automático. Para la señora fue lo mismo que si la hubieran mandado a una misión de la NASA, no entendía, y no había forma de que que intentara siquiera razonar, porque "lafaturadegasmediceotracosaSeñorita"...la fatura le hablaba!!! 
Luego de media hora de explicaciones completamente fuera de su escaso alcance mental, y ante la impaciencia de los que teníamos que ser atendidos, entre ellos yo hecha un manojo de nervios, el cajero le pidió que pasara la tarjeta y pusiera la clave. 
Desde ahí todo se volvió borroso: más de 15 minutos estuvo la señora pasando la tarjeta de todas las formas posibles, hasta acostada, lo juro, por el postnet, hasta que la tarjeta por fin pasó, y ahi lo peor: "Señora, ponga la clave". "Qué clave?" preguntó lo que parecía una señora inocente, pero que era en realidad la peor de mis pesadillas, el estandarte de la gente que detesto, el ícono indiscutido de la gente lenta. 
Al escuchar esto comenzaron mis náuseas y mis fantasías de suicidio. 
A esa altura yo tenía unas ganas terribles de tomar el banco e inmolarme en vivo y en directo ante las cámaras de todo el país, para terminar de una vez con todo ese sufrimiento y esa tortura interminable e inconmensurable que iba carcomiendo la escasa paciencia que me quedaba para ese entonces. 

Cuando el cajero terminó de explicarle a la señora qué era la clave, sus ojos resplandecieron y pareció recordar de repente y como una epifanía unpapelitoquem´hijameescribió, pero claro, después de 10 minutos el  papelito no aparecía. Yo ya estaba por llamar a una ambulancia para que me atendieran porque era inminente que me agarraría un infarto, pero el resto de la gente empezó a quejarse ya en voz alta, con lo cual la señora se puso aún más nerviosa...hasta que decidió llamar a su hija por teléfono. Parece que la hija no estaba, estaba la nieta. Habló con la nieta y le pidió unpapelitoconcuatronumeritosqueestáenlalibretaazul.
El guardia de seguridad intentó retarla por sacar el celular, pero se abstuvo al ver la cara de desesperación de la cajera, y los ya gritos de toda la gente, en especial yo, que estaba en llamas y a punto de cortar a la vieja en dos con mi  tarjeta de débito. 

La parte en la que la nieta le pasó la clave, la señora puso la clave en el postnet y pudo pagar su faturadegas no la puedo relatar porque quedé inconsciente. 
Sólo cuando alguien me abanicó un poco y me acercaron un vaso de agua recuperé el conocimiento y la ví irse, la vi irse lo más pancha, con cara de "entré y salí", con una sonrisa de oreja a oreja, con total impunidad y por la puerta grande, como si fuera inocente, como si no nos hubiera arruinado el día a todos los que trabajamos honradamente, los que nos esforzamos, los que no tenemos tiempo, los apurados, los que tenemos cosas que hacer.
Y todo eso, todo ese infierno, toda esa calamidad aberrante, todo por una bendita faturadegas.