Palabras que ODIO I

  A la gente que dice "almóndiga", "kepchu", "Ona Sáenz", "tergopol" o"dentrífico" delante mío, la mataría sin compasión, sin siquiera un mínimo rastro de culpa, absolutamente segura de haberle hecho un bien a a Humanidad.

  Escuchar esas deformaciones nefastas me provoca una ira inmensa, un instinto asesino, un ardor en el estómago...cada vez que alguien habla así en mi presencia tengo que hacer un esfuerzo sobrehumano para no pegarle un cachetazo...trato de concentrarme en otra cosa o me imagino a mi misma dándole con un palo en la cabeza a la bestia que habla de esa manera, porque sí, porque no se puso a leer ni una mísera vez en su vida la etiqueta del ketchup y se dejó guiar así nomás por cualquier tarado que le dijo kepchu, y así nomás quedó...sin pensar, sin analizar, sin ver el mundo por sí mismo, como ganado tras los mamarrachos mal hablados capaces de decir otorrinonaringólogo o beneficiencia, porque sus mentes retorcidas razonan que "total es lo mismo"...

Y no es que yo sea intolerante, pero cuando escucho semejantes chanchadas verbales tengo que intervenir. Es más fuerte que yo. No puedo hacer como que no pasó nada, mirar para otro lado. No puedo legitimar que una persona diga así nomás imprimido o biromen. No puedo. Es aceptarle una ofensa, darle por válida una aberración inconcebible para mí, es un cachetazo que no estoy dispuesta a recibir.

 Así que ya saben: si pretenden decir fatura o erudicto delante mío, lo más probable es que reciban una piña.